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El RECINTO de Omar González

Poemas de otros autores

LA GUITARRA

LA GUITARRA

Ah la guitarra, esa mujer en celo
que habla en su canto y muere en su silencio
con tu salud de música nacida
me brindas un placer casi doliente
y eso porque tus cuerdas te dicen lo que digo
y lo que digo es triste de cristal.

Ah la guitarra, esa mujer que llega
con un amor de huésped indefenso
tu mástil, o tu puente o tu rasgueo,
tu voz quebrada en todos los idiomas
me dejan libre para a alegría
que sube y baja en tu cordaje neutro.

Ah la guitarra, esa mujer sensible
que invade el patrimonio de la noche
mueve las humedades del follaje
y se roza con árboles sonámbulos,
ah la guitarra, esa mujer erótica
que se exhibe desnuda en la terraza.

Mario Benedetti

POEMA 20 de Pablo Neruda

POEMA 20 de Pablo Neruda

Este es mi poema preferido de Neruda, seguramente lo conocen, para los que no, léanlo y déjense deslumbrar por la luz de la tinta de Neruda.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: " La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
PABLO NERUDA

SPIDERMAN BLUES

SPIDERMAN BLUES

Dedicadoa todos los Spidermaniacos como yo, desconozco quien es el autor.

Elogio del tiempo antiguo,
escalabas los viejos edificios
y eran las azoteas tu dominio completo:
tendederos, pianos en el desvelo, plenilunios
aliados al licántropo y el loco.

Todo el tiempo era tuyo y no sabías,
patrullabas los barrios sin temores
al asesino en turno.
Mayor era tu crimen:
estar en el mundo con dos caras
y en las dos serle fiel al heroísmo desconocido y breve de ser joven.
Encima la soledad, más vasta que la noche,

Debajo de tu máscara de carne
tendida sobre tu cama y tus papeles
dentro del corazón, tan desbocado
por mujeres que no te conocieron.

La soledad es músculo del alma.
Bajo las peores lluvias navegabas
y el cuerpo resistía. Era hermoso
entrar por la ventana y despojarte
de tu amargura frágil (una tela de araña
a veces resiste más que las promesas).
Era bueno el fracaso, ir en busca,
y decir está bien, y reírse y no quejarse.

Pero tu ciudad, tu novia, tu doncella,
desnuda te recibía cada mañana.
Con su velamen pleno, la Catedral
desplegaba sus formas en la bruma.
Escapabas de clase y ascendías
para ser esas torres, para mirar primero
con los ojos de piedra que no miran.

Tatuabas en lugares secretos
tus señales más hondas: si regresas,
las llagas en la piedra provocadas
le dolerán a los otros.
Te quedabas las horas frente a un muro
donde la ciudad, cartógrafa,
trazaba sus mapas de colores
tigre de veinte jaspes, el salitre
devoraba las huellas de los hombres.
Eran los tiempos castos del sediento.
Encapuchado del rostro,
ibas de jaula en jaula, doloroso
Como antorcha sin aire.
El amor es difícil adentro y afuera.
Cuando no te querían, cuando los nos,
devorabas la noche. Te ofrecías
al hambre de la ciudad y sus sicarias:
el aura de los borrachos y los niños
te negaba los dones del desastre.

Te sentías infeliz y no lo eras.
Eras feliz ahora y es amargo
sabes que Peter Parker
cohabitaba con otra mujer,
que lava su camisa y su disfraz heroico.
Ha muerto el Hombre Araña,
fuiste el único fiel en el velorio.
Si pretendes venganza,
recuerda que la esquela
fue escrita con tu letra y con tu tinta.

Ahora te avergüenza
precisar del alcohol en tus arterias
para enfrentar la calle. Sales de vez en vez
y evitas –como el valiente sabio- la pelea.
Patrullas con temor las mismas calles
de una ciudad ajena.

No te duela el café, los portafolios,
la ganada caricia
que te cierra la herida.
Debajo de la corbata está tu pecho
y en él las cicatrices del combate.
Es otra tu forma de ser héroe.
Si lo dudas, perdido entre los otros,
y te crees expulsado de la altura,
reconoce los rostros de tus hembras:
son la calle, la noche, las estrellas,
claras hadas madrinas del oscuro.
Ellas no se han movido,
no dormirán para velar tu sueño
si sabes ser fiel a sus fulgores
y aprendes a brillar para el muchacho
palpitante en tu carne,
portador de la máscara en la noche.