A UNA GUITARRA MARCHITA
Ayer vagabundeaba por entre los maderos de una guitarra marchita que padecía una tristeza obscura, enferma en su rincón apenas iluminado por el farol de un tiempo que ya me parecía ajeno, sentí por un momento que ésa no era la senda que a desvelos y caprichos me había marcado la vida, sin embargo, heme aquí nuevamente ante la luz de mi veja luna.
Entre recuerdos hirvientes en mi memoria y dedos malgastados por poemas fríos, no hubo más opción que mirar a la ventana del pasado y reencontrar los trebejos que más que amar ya empezaba a odiar, pero de la forma en que se añora un amor bendito, también hay ocasiones en que se es capaz de desarmar los días para robar los segundos al tiempo y arrojar lejos de la vista lo que estorba a mis pasos por éste camino rumbo a una serenidad que igual se desea que se implora.
Los sonidos tristes de ésa pobre guitarra me habían ( tantas veces ) acompañado a la escuela, disfrazándose en una melodía que tarareaba desde la mañana hasta que asesinaba el día al momento justo de probar un bocado de la noche junto a un vaso frío de leche, aunque ése mismo frío me matara en una mezcla de pasión y mala suerte.
Es de lo mas raro hablar del pasado cuando le he perdido los pasos al presente, y peor aún cuando por correr, mi sombra hacía parecer que me seguía cuando en realidad, buscaba el pretexto exacto para desaparecer por las calles como el truco barato del destino con capa y sombrero de mago.
Ayer, apenas y recordaba de lo que era capaz, hoy, aquí, he aprendido los secretos de aquella guitarra enfermiza, pues me confesó entre lamentos y quejidos que, no hay pasado ni futuro, todo es sólo sueños y visiones, el presente no conjuga nunca los momentos tristes ni los momentos gratos, sólo nos hace digerirlos, ya después aprenderemos a llorar de dolor o alegría, por ahora, me dijo, pulsa éstas cuerdas añejas, que también yo necesito llorar un poco y tal vez, después de unas horas, seamos uno solo y nos miremos llorar por las mismas penas.
Omar González Vázquez. 14 / Abril / 2002.
Entre recuerdos hirvientes en mi memoria y dedos malgastados por poemas fríos, no hubo más opción que mirar a la ventana del pasado y reencontrar los trebejos que más que amar ya empezaba a odiar, pero de la forma en que se añora un amor bendito, también hay ocasiones en que se es capaz de desarmar los días para robar los segundos al tiempo y arrojar lejos de la vista lo que estorba a mis pasos por éste camino rumbo a una serenidad que igual se desea que se implora.
Los sonidos tristes de ésa pobre guitarra me habían ( tantas veces ) acompañado a la escuela, disfrazándose en una melodía que tarareaba desde la mañana hasta que asesinaba el día al momento justo de probar un bocado de la noche junto a un vaso frío de leche, aunque ése mismo frío me matara en una mezcla de pasión y mala suerte.
Es de lo mas raro hablar del pasado cuando le he perdido los pasos al presente, y peor aún cuando por correr, mi sombra hacía parecer que me seguía cuando en realidad, buscaba el pretexto exacto para desaparecer por las calles como el truco barato del destino con capa y sombrero de mago.
Ayer, apenas y recordaba de lo que era capaz, hoy, aquí, he aprendido los secretos de aquella guitarra enfermiza, pues me confesó entre lamentos y quejidos que, no hay pasado ni futuro, todo es sólo sueños y visiones, el presente no conjuga nunca los momentos tristes ni los momentos gratos, sólo nos hace digerirlos, ya después aprenderemos a llorar de dolor o alegría, por ahora, me dijo, pulsa éstas cuerdas añejas, que también yo necesito llorar un poco y tal vez, después de unas horas, seamos uno solo y nos miremos llorar por las mismas penas.
Omar González Vázquez. 14 / Abril / 2002.
3 comentarios
ELY -
!SUERTE¡*
Trini -
Anónimo -
Es el pasado el que saboreamos, lo atesorado en la memoria lo que desmenuzamos a veces hasta hacernos daño.
Es preciosa tu prosa , me encanta como escribes, enhorabuena.